Como hemos visto en la anterior entrada existen diferentes formas de nitrógeno (N) que pueden perderse a lo largo del ciclo de vida de un producto agrícola/ganadero  y que pueden ocasionar directa (N2O) o indirectamente (NO3 y NH3) un calentamiento en la atmósfera.

El año pasado el «nitrógeno reactivo» tuvo uno de sus momentos de gloria tras el lanzamiento de la primera Evaluación Europea del Nitrógeno (ENA). Alberto Sanz-Cobeña (UPM) explica de primera mano aquí cómo Europa se ahoga en nitrógeno.

Este momento dio lugar a un artículo en NATURE (Sutton et al., 2011)

e incluso un video de lo más visual:

[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=uuwN6qxM7BU]

Dentro de esta iniciativa produjeron una calculadora de «huella de N» para ayudar a los consumidores a entender su rol en las pérdidas de nitrógeno en el medio ambiente (N-Print). Se acaba de publicar el artículo sobre el N-Print en la revista Environmental Development (Leach et al., 2012)  donde parece claro que el mensaje es parecido al de la huella de C: nuestro estilo de vida (dieta) condiciona la huella. Os dejo aquí una figura donde se muestran las huellas resultantes de los consumidores que han provado la herramienta (no es una comparativa de la huella estimada del consumidor medio de cada país). Para más detalles: Leach et al., 2012

Aparte de la ciencia que se ha desarrollado a través de la Evaluación Europea del Nitrógeno me parece que esta iniciativa ha sido un ejemplo muy bueno de “marketing” sobre la problemática del nitrógeno y la relevancia de la investigación relacionada.  A mi me parece que el nitrógeno casi nunca se menciona o se conoce a nivel social a diferencia del carbono.

¿qué culpa de esto tenemos los N-investigadores?

De cualquier forma y actuando también de abogado del diablo, ¿quizás complica demasiado las decisiones del consumidor tener tanta información: nitrógeno, carbono, ecológico, comercio justo…? (algunas pueden ser conflictivas entre ellas)…

Bibliografía: