Este documento forma parte de la comunicación presentada en el VI Workshop de Remedia y de la conferencia impartida en el Programa de Doctorado en “Ingeniería Industrial: Tecnologías de Diseño y Producción Industrial” el 27 de Marzo del 2018 en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales y Telecomunicaciones de la Universidad de Cantabria titulada: “Impactos ambientales en la producción de carne de vacuno en Cantabria”.
Los sistemas de producción de carne en Cantabria son mayoritariamente extensivos, y pocas las explotaciones que finalizan el ternero hasta conseguir canales de 300 a 350 kilos. Los partos en estos sistemas tienen lugar a la salida del invierno, coincidiendo con el inicio del crecimiento de la hierba, lo que permite abaratar el coste de producción. Al cabo de 141±32 días los terneros se destetan con 210 kilos de peso vivo aproximadamente y el 64,8% de las granjas suben las vacas a los comunales hasta los meses de octubre y noviembre, dependiendo de la biomasa del comunal.
Las características más relevantes de estos sistemas son que disponen de 55±55 ha de superficie, de las cuales 30±31 ha son praderas y 29±43 ha de pastos comunales; el 27,4% de las explotaciones realizan algún tipo de cebo; 62,7% usan como fuente de alimentación los pastos comunales; el número de vacas nodrizas son de 47±47 madres; venden 28±29 terneros tipo pastero; ceban 5±15 terneros; compran 434 y 1027 kg de pienso y forraje por hectárea; la producción de hierba estimada es de 6171±809 kg ha, destinándose el 39,8% heno o ensilado.
El sistema de producción difiere entre explotaciones, vendiéndose el ternero al destete, generando impactos ambientales desiguales. Estos fueron estimados con el modelo de simulación BeefCant (Salcedo, 2018), señalándose los resultados en la Tabla 1. A partir de una muestra de 51 explotaciones de Cantabria y mediante un análisis de componentes principales se obtienen tres sistemas de producción de carne diferentes y definidos como: 1) pradera; 2) compra de alimentos y 3) comunal. Los porcentajes de superficie dedicada a pradera y pastos comunales son del 42,5-57,5%; 84-16% y 60-40% para cada uno de los sistemas. Mientras las UGM y los kilos de alimentos comprados por hectárea para los citados sistemas son 1,55-684; 3,01-6798 y 1,55-1259 respectivamente.
De la Tabla 1 se desprende la gran variabilidad entre explotaciones (sólo el calentamiento global y la ocupación del territorio presentan un coeficiente de variación inferior al 50%) y la ausencia de diferencias significativas en los impactos ambientales excepto en la huella de nitrógeno reactivo, menor en los sistemas intensivos. En este trabajo no se analizaron los diferentes beneficios ecosistémicos de la producción de carne.
Tabla 1. Impactos ambientales por kilo de peso vivo en los sistemas de carne de Cantabria
El 17,6% de la muestra de un total de 51 explotaciones analizadas pertenecen al Grupo II, quienes presentan unas huellas de carbono, hídrica, nitrógeno total y energética directa numéricamente menores. Pese a la ausencia de diferencias significativas, la mayor producción de peso vivo vendido por hectárea en los intensivos (397±141 kg) respecto a los Grupos I y III (183±85 y 195±780 kg) sea la causa de la variación numérica de los diferentes impactos ambientales. El peso vivo producido por hectárea en los diferentes sistemas es causa de la venta de: 0,09-0,56-0,03 vacas de desecho, pasteros y terneros cebados para las explotaciones del Grupo I, 0,15-1,07-0,21 los del Grupo II y 0,08-0,42-0,10 el Grupo III respectivamente.
Posiblemente la venta de manyo número de animales en el Grupo II reduzca los impactos ambientales analizados, y no el peso vivo de los terneros al destete que es de 223±49 kilos. Otra posible causa de los impactos numéricamente superiores en las explotaciones del Grupo I y III, sea la pronta edad de venta de los terneros tipo pasteros de 141±32 días. Esta circunstancia predispone por razones económicas a subir el rebaño al puerto, reduciéndose la producción peso vivo. El destete lleva aparejado el final de la lactación de las vacas, reduciéndose drásticamente la producción de carne. Mientras que el ternero gana peso (o se retrasa la venta), tanto las emisiones como los impactos ambientales de ambos (ternero y madre) disminuyen. Después todas las emisiones e impactos atribuidos a la madre serán contabilizados por ternero, considerándose en este momento como impactos o emisiones “fijas”.
Mejoras de las praderas próximas a la explotación a través de la fertilización, resiembra de praderas, reserva de superficie de pastos menos productivos para la siembra de cultivos forrajeros que contribuyan a incrementar la biomasa por hectárea, permitiría aumentar la lactación de las vacas, el rendimiento de carne por hectárea y reducir la subida al comunal.
En la comunicación presentada en el VI Workshop de Remedia se analizaron tres escenarios del manejo de la superficie agrícola útil (SAU) en la producción de carne: i) reserva del 10% de la SAU para ensilado de maíz fertilizado con 130 uf de N ha-1 (MZ); ii) pradera mejorada (26 uf de N ha-1), asumiendo una respuesta de 16 kg MS kg-1 N aplicado (Salcedo, 2011) más 10% de maíz (PM+MZ) y iii) pradera mejorada (PM). Los resultados mostraron que las mayores reducciones secuestro de carbono, N reactivo, N total, y la huella hídrica se localizan con la reserva del 10% de la SAU para maíz; el sistema PM+MZ la ocupación del territorio y la energía directa, mientras el iLUC y el calentamiento global lo hacen en el sistema de pradera mejorada (PM).
Como conclusiones indicamos que son necesarios más trabajos que justifiquen estos resultados. En cartera están 50 explotaciones más para mejorar las predicciones.
Autor: Gregorio Salcedo Díaz
CIFP “La Granja” Heras 39792 Cantabria