Ante la crisis energética (y económica) y medioambiental a la que nos enfrentamos, acrecentada por el cambio climático y su origen en la quema de combustibles fósiles, el interés de la industria y, no casualmente, las instituciones que nos representan, ha girado hacia fuentes “alternativas” de energía. Las llamadas energías “verdes”, más limpias y con la aparente ventaja de permitirnos no renunciar al ritmo de crecimiento actual.
En este contexto, el aceite de palma ha sido visto y presentado públicamente como una (más) panacea social y medioambiental.
La semana pasada, Natasha Gilbert mostraba, en un interesante artículo publicado por la revista Nature, algunos detalles “ocultos” de este “santo grial” de la nueva “Revolución Verde” que vivimos: “Un cultivo primario sostenible y que como biocombustible puede contribuir disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, al tiempo que ayuda a los pequeños agricultores de los países empobrecidos a abandonar dicha situación”.
En principio la producción de aceite de palma podría parecer medioambientalmente positiva dado que el CO2 liberado en la combustión es similar al almacenado por la planta durante su crecimiento. Sin embargo, en los últimos tiempos, un importante esfuerzo científico ha mostrado una faz menos amable, aportando evidencias de que los cultivos destinados a la producción de aceite de palma pueden causar deforestación, degradación de suelos ricos en carbono (turberas) e importantes pérdidas de biodiversidad.
(Esta parte de un documental realizado por un investigador en el BC3 y producido recientemente ilustra un ejemplo de esto último).
[vimeo http://www.vimeo.com/44104682 w=400&h=300]
El documental: «Euskal Herria: La deuda oculta» está escrito (y rodado en parte) por Eneko Garmendia (BC3).
Unido a esto, y de no menos relevancia, el uso de aceite de palma solo produciría efectos beneficiosos marginales (y a largo plazo) sobre el balance de carbono y la mitigación del cambio climático. En un reciente análisis del ciclo de vida, Achten y Verchot (2011), mostraban que serían necesarios hasta 220 años para que una plantación destinada a la producción de aceite de palma fuese “carbono neutra”. Así mismo, el pasado mes de Enero, la Agencia de Protección del Medioambiente americana (EPA) indicó que los aceites de palma emitían entre un 11 y un 17% menos CO2 que el diesel convencional. En base a lo cual se decidió excluir este aceite de la lista de combustibles renovables.
A pesar de esto, la producción de aceite de palma se ha convertido en un negocio extremadamente lucrativo. Así, Indonesia, el primer productor de este aceite en el mundo, espera doblar su producción en 2030. Otro dato expuesto en el artículo por su autora indicaba que le 28 de Junio la compañía malaya Felda Global Ventures (FGV) obtuvo en su salida a bolsa unos beneficios de 3.2 millones de dólares. Solamente superada por Facebook. Estos beneficios, en palabras de los responsables de FGV y siempre según el artículo de Nature, servirán para extender la producción, con una perspectiva de crecimiento de 8 veces en los próximos 8 años. Para ello, según el Departamento de Agricultura de EEUU, los responsables malayos piensan en países como Camboya e Indonesia.
Fuente: FAO
Estas perspectivas de crecimiento se sostienen en la incesante demanda de aceite de palma por parte del sector alimentario (margarinas, repostería industrial, etc.) y del emergente mercado del biodiesel, “sediento de aceite”.
En Europa, mientras tanto, las autoridades comunitarias siguen incentivando e impulsando el uso de combustibles basados en aceite de palma. Habiéndose establecido en un 10% la proporción de biocumbustible a utilizar por el transporte rodado en el año 2020, el cual se espera proceda en su mayoría de aceite de palma.
Un vez más asistimos al proceso de transmutación en el que los “maniqueísmos” se transfiguran en “pensamientos trampa”. Tras la panacea del aceite de palma y la producción de biocombustibles no hay verdades absolutas. Pero si puede esconderse deforestación, aumento de las emisiones netas de CO2, enriquecimiento de compañías que operan en bolsa y el empobrecimiento de pequeñas sociedades de agricultores que se ven, en algunos casos, obligados a abandonar sus tierras.
En nuestra mano está parte de la solución al problema. Como consumidores podemos presionar para que, cuanto menos, se lleve a cabo una producción responsable de aceite de palma. Estableciendo, por ejemplo, los cultivos en zonas ya degradadas como propone el responsable de la Global Forest Initiative Nigel Sizer. Sin embargo, estas alternativas no serán posibles en tanto gobiernos y ciudadanos no presionemos en ese sentido. De lo contrario las compañías interesadas no renunciaran a establecer cultivos en zonas ahora forestales debido al beneficio extra que consiguen con la madera y la ausencia de pobladores nativos contra los que litigar por las tierras.
Alberto Sanz-Cobeña
Natasha Gilbert (2012). Palm-oil boom raises conservation concerns NATURE DOI: 10.1038/487014a