ivankaIvanka Puigdueta Bartolomé es investigadora en el Centro de Estudios e Investigación para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medioambientales (CEIGRAM) de la Universidad Politécnica de Madrid, siendo sus línea de investigación: cambio climático, barreras sociales para la mitigación, sector agroalimentario, y comportamiento proambiental. Además, es miembro de la Red Científica Remedia.

¿Cómo llegaste al mundo de la investigación?
Llegué al mundo de la investigación después de casi diez años trabajando en otros sectores. Cuando acabé mi primer máster, justo cuando comenzaba la crisis, no sabía muy bien qué hacer: había muchas cosas que me interesaban. Aunque realmente empecé mi carrera en el mundo de la investigación, pero en un campo que no me llegó a interesar mucho. Yo quería incluir aspectos sociales en mi trabajo, y en aquél entonces la investigación en el lugar en que me encontraba estaba circunscrita a las ciencias naturales. Tras varios años y algunos reveses fui dándome cuenta de qué era eso que me interesaba, y decidí probar suerte.

¿Ha sido fácil?
No. Han sido unos años de gran esfuerzo dando forma a mi investigación, acrecentado por la necesidad constante de búsqueda de financiación, que ha hecho difícil el poder centrarme en mi línea de investigación y avanzar más rápidamente. Lo peor ha sido el sentir que iba “con retraso”. Pero también han sido años de gran aprendizaje, y el no haberme podido dedicar “solo” a mi investigación me ha hecho aprender muchas cosas, abrirme a nuevos campos, y también ha dado forma a mis temas de estudio.

El año pasado publicaste junto a otros autores el estudio Impactos positivos de los huertos urbanos en la ciudad de Madrid. ¿Podrías contarnos brevemente cómo los huertos urbanos contribuyen a reducir el impacto de las ciudades sobre el cambio climático?
Nuestro estudio se orienta a cómo los huertos urbanos, como lugar de encuentro e intercambio, donde algunas personas ya llevan consigo una gran conciencia ecologista y social, tienen una función de catálisis de hábitos pro-ambientales. Es decir, para las personas – concienciadas o no – que participan en un huerto urbano, resultaría más fácil adoptar hábitos que reducen su huella de carbono. La razón sería el componente aglutinador del huerto urbano, su capacidad para crear y fortalecer vínculos sociales. Además, son espacios centrados en la producción de alimentos, por lo que la reflexión en torno a cómo se producen y consumen aparece con más facilidad. Pero esto es nuestra interpretación de lo que hemos visto en la ciudad de Madrid. Esto que hemos visto es que la huella de carbono de la alimentación de las personas que participan en huertos urbanos es casi un 10% inferior a la media, lo cual es significativo.

Es decir, ¿es posible mitigar el impacto del cambio climático transformando los hábitos personales de la ciudadanía?
Bajo mi punto de vista los hábitos de la ciudadanía son indispensables. Claro que los cambios necesarios son a gran escala y estructurales, y se necesita la acción de gobiernos, grandes compañías, etc. Pero al final todas y todos somos personas. Es decir, esas personas que están en el gobierno, las instituciones internacionales o las empresas, si no están concienciadas del problema que tenemos y convencidas de querer y poder hacer algo frente a ello, no van a actuar. Por otro lado, si la ciudadanía no acepta y reclama cambios en los sistemas de producción y consumo, cualquier medida que venga “de arriba” va a tardar mucho en llegar, porque al fin y al cabo los mandatos electorales son de cuatro-cinco años, y los programas electorales se escriben pensando en lo que más llama la atención en las urnas. Sin hablar del impacto que tiene la suma de millones de pequeñas acciones.

En el estudio mencionado, se calcularon las emisiones anuales asociadas a las categorías alimentarias consumidas de media por la ciudadanía analizando los datos de consumo de la Comunidad de Madrid. Según los resultados del análisis, el 63% de las emisiones de GEI la dieta de la ciudadanía madrileña corresponde al consumo de alimentos de origen animal ¿Urgen cambios en nuestra dieta para disminuir la emisión de GEI?
Bajo mi punto de vista, sí. Hay algunas personas que dicen que otros sectores son más importantes, porque emiten más gases de efecto invernadero. Pero lo que sabemos es que frente al cambio climático no hay una sola medida, que hay que ponerlas todas en marcha a la vez, y que cambios en los modos de consumo que reduzcan nuestra huella de carbono son indispensables para evitar las peores consecuencias del cambio climático. Y, entre los hábitos de consumo, cómo nos alimentamos tiene un gran peso en nuestra huella de carbono. Además, es una medida que tiene importantes efectos beneficiosos para la salud humana, por lo que es una medida totalmente eficaz, con “cero riesgo” y “win-win”.

¿Crees que se está divulgando bien la necesidad de incorporar cambios en nuestro consumo para frenar los efectos del cambio climático?
Creo que no. Hay gente que divulga, lo hace muy bien, y tiene impacto en las personas a las que llega. Pero no hay un discurso mayoritario por parte de las instituciones y los medios de comunicación – que son quienes más llegan a la población – que haga reflexionar sobre el impacto de nuestro consumo y de la necesidad de realizar cambios importantes.

¿Hay menos mujeres que hombres investigando el impacto de la alimentación en el cambio climático o es que se les da menos visibilidad?
Sospecho que es la segunda opción, no solo en esa área de investigación sino en general en la mayoría de campos. Al fin y al cabo la investigación ha sido un terreno muy masculinizado hasta hace algunos años, y esa situación pasada sigue favoreciendo a los hombres que entran en el mundo de la investigación ahora. Tratar con ellos es más fácil para “sus iguales”, reciben más atención, y, por tanto, más visibilidad. Además, desde que son niños los hombres aprenden a mostrarse y ocupar espacio, mientras las mujeres aprenden lo contrario. Y luego está la “auto-discriminación”: a menudo son las mujeres quienes renuncian a tener una mayor visibilidad por pensar que no les corresponde o por temor a “no estar a la altura”.

¿Por qué es necesaria la celebración de un Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia?
Precisamente para romper esa tendencia, para que las niñas aprendan que pueden dedicarse a lo que quieran, y para reivindicar el papel histórico de la mujer en la ciencia. Pese a las múltiples barreras que las mujeres han tenido – y seguimos teniendo – para realizar su trabajo en las ciencias, las artes y cualquier otro dominio con reconocimiento social, ha habido y hay mujeres haciendo trabajos excepcionales. Y es que no son mujeres excepcionales, simplemente son MUJERES.

¿Qué mensaje te gustaría mandarles a las jóvenes que están todavía en el instituto o cursando carreras universitarias?
Que no tengan miedo a equivocarse ni se preocupen por lo que digan o puedan pensar las personas a su alrededor.

¿A qué dos mujeres que trabajen investigando el impacto de la alimentación en el cambio climático nominarías para que fueran entrevistadas en este blog?
A Ana Iglesias y a María José Sanz.