Tradicionalmente, las medidas encaminadas a reducir la presión que sobre los ecosistemas ejerce la actividad económica, se han centrado en el ámbito de la producción, buscando incentivar tecnologías más sostenibles y respetuosas con la naturaleza. No obstante, las posibilidades que ofrecen las políticas orientadas a la demanda final (o lo que es lo mismo, el consumo) están recibiendo cada vez una mayor atención, especialmente respecto al papel que podrían jugar los consumidores en la lucha contra el cambio climático (y otros impactos medioambientales asociados a nuestras decisiones y hábitos). Una medida orientada a promover cambios en la dieta hacia una alimentación que sea saludable, pero a la vez poco intensiva en emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), es un caso concreto de política de demanda que actualmente goza de una relevancia creciente. En este sentido, una pregunta pertinente es ¿disponemos de indicadores fiables para cuantificar los beneficios potenciales de las diferentes opciones de mitigación relacionadas con el consumo de alimentos? ¿Hasta qué nivel de detalle podemos llegar, por ejemplo, en la regionalización de los impactos (en tantas ocasiones muy lejanos del ámbito de consumo)?

Uno de los indicadores más populares y ambiciosos para el desarrollo de políticas de demanda es la “huella de carbono” (HC). La HC cuantifica el conjunto de las emisiones de GEI asociadas a un consumo determinado, es decir, incluye las emisiones que se producen en todas y cada una de las fases de la cadena de suministro. Más concretamente, la HC no sólo contabiliza las emisiones que se derivan de los procesos productivos (p.e. fermentación entérica o quema de combustibles fósiles por la maquinaria), sino también las que se producen durante la fabricación de insumos (p.e. generación de electricidad para la síntesis de fertilizantes), en las fases de transporte y comercialización, durante el propio consumo de los productos (p.e. con el cocinado y preparación de alimentos) e incluso en la disposición final de los residuos.

Asimismo, dependiendo de donde se localicen los participantes de una cadena de suministro, las emisiones pueden producirse tanto en territorio nacional como en el extranjero. Esto permite estimar qué fracción de la HC se produce fuera de nuestras fronteras, así como balances comerciales en términos de emisiones de GEI (por convención, éstos suelen medirse como importaciones menos exportaciones), lo que permite determinar si el sistema bajo estudio es un importador o exportador neto de carbono. Finalmente, cabe señalar que la HC puede compilarse a diferentes niveles, ya sea para productos concretos (p.e. carne vacuna), industrias (p.e. industria cárnica) o países (p.e. la alimentación de la población del estado español).

La fortaleza de la HC radica en su alcance, puesto que permite identificar con detalle los “puntos calientes” o fases del ciclo productivo con un mayor impacto ambiental, trascendiendo los límites de una empresa o industria. Sin embargo, esta necesaria completitud de la HC es también su principal punto débil, ya que su cálculo requiere de modelos complejos y, en ocasiones, con una elevada incertidumbre. Puesto que el desarrollo de estrategias de mitigación requiere de indicadores trasparentes y robustos, cabe preguntarse entonces ¿podemos evaluar con fiabilidad las posibilidades que ofrecen las políticas de demanda para la descarbonización de nuestra alimentación en base a indicadores de HC?

Motivados por estas cuestiones, un equipo de investigadores del Ceigram (Universidad Politécnica de Madrid) y del Laboratorio de Historia de los Agrosistemas (Universidad Pablo de Olavide, Sevilla), ha realizado una comparación entre las principales metodologías y estudios de HC que existen sobre el sistema agro-alimentario español. La investigación fue presentada en el VII Workshop de Remedia celebrado a finales de marzo en la ciudad de Lugo, consiguiendo uno de los reconocimientos a las presentaciones en formato póster, y sus principales resultados se resumen más abajo.

Actualmente, dos metodologías, el Análisis de Ciclo de Vida (ACV) y el Input-Output (IO), son utilizadas con mayor frecuencia para el cálculo de la HC. El ACV se basa en datos de proceso e información técnica relativa a las tecnologías de producción para el cálculo de las emisiones GEI asociadas, por lo que suele decirse que opera “de abajo a arriba”. Por el contrario, el IO es una técnica macro o de “arriba a abajo”, donde las emisiones recogidas en los inventarios nacionales son asignadas a los diferentes sectores económicos y trazadas a lo largo de las cadenas de suministro siguiendo los intercambios económicos inter-industria. Un resumen de las diferencias entre ambos enfoques se ofrece en la tabla 1.

Tabla 1. Diferencias entre ACV y IO
Factor ACV Input Output
Unidades /Asignación co-productos Normalmente físicas Normalmente monetarias
Alcance Sujeto a errores de truncado Sujeto a errores de agregación
Sistema de clasificación Ingeniería, ciencias naturales Economía, contabilidad nacional
Marco temporal Varios años, en función de la información disponible Anual, serie variable según la base de datos
Cobertura geográfica Reducida para productos de menor impacto Amplia en los modelos de alcance global

En nuestro trabajo se compararon varios estudios ACV, uno de ellos desarrollado por los propios autores, con los resultados de una base de datos IO de alcance global o multi-regional (Exiobase). Respecto a los modelos ACV, ha de tenerse en cuenta que la información disponible en los trabajos seleccionados es limitada, por lo que una comparación a nivel desagregado para las principales fases del ciclo de vida de los productos sólo ha podido hacerse en algunos casos.

En la Figura 1 se muestran resultados preliminares de la HC de la alimentación española, desagregada cuando ha sido posible y agregada para el resto de casos, medida en toneladas de CO2 eq. por persona y año. Puede observarse una oscilación entre las 1.6 y 3.8 t/cáp/año, aunque no en todos los casos los límites del sistema son comparables. No obstante, con unos límites equivalentes, la HC entre los diferentes estudios y metodologías oscila entre el 1.6 y 3.0 t/cáp/año. Curiosamente las variaciones más importantes se observan entre dos modelos ACV, lo que resalta la importancia de las asunciones dentro de la propia metodología. Oscilaciones similares se observan para los productos cárnicos (entre 0.38 y 0.72 t/cáp/año), mientras que para los no cárnicos los mayores valores a nivel agregado se obtienen con el modelo IO de alcance global (1.23 t/cáp/año, mientras que los ACVs oscilan entre 0.78-0.91 t/cáp/año).

Figura 1. Huella de carbono de la alimentación española, agregada (arriba) y desagregada por proceso (abajo). El IO Multi-Regional utiliza un promedio del período 2005-2008.

Puesto que a niveles agregados se produce cierta compensación entre fases y productos, es de esperar que las diferencias sean más acusadas cuanto más desagregado es el análisis. Esto puede apreciarse en la Figura 2, donde se detalla la HC de la alimentación española por producto. En los casos para los que tenemos datos, efectivamente se observan variaciones más significativas cuanto mayor es la resolución de productos, de hasta ~150% entre los valores extremos (ver por ejemplo los resultados para las bebidas o los productos de repostería).

Figura 2. Huella de carbono de la alimentación por producto, agregada (arriba) y desagregada por proceso (abajo)

Finalmente, en la Figure 3 se comparan el ACV propio y el modelo IO de alcance global para emisiones ligadas al comercio. Los resultados son sorprendentes, el balance comercial de emisiones GEI, presenta un signo diferente según el modelo que estemos utilizando, mientras que España sería un importador neto de emisiones utilizando el modelo IO, su situación estaría mucho más equilibrada según el ACV. Como puede apreciarse, esta divergencia se debe sobre todo a las categorías “otros productos”, productos cárnicos (bovino y ave), “otros cultivos”, lácteos y arroz.

Figura 3. Comparación entre ACV e IO propios para emisiones ligadas al comercio (promedio 2006-2010)

A modo de conclusión, puede decirse que existen variaciones notables en la estimación de la HC del sistema agro-alimentario español, las cuales dependen de múltiples factores (metodología elegida, asunciones durante la modelización o fuentes primarias utilizadas), pero son apreciables a todos los niveles (producto, industria y balances comerciales internacionales). Esta situación puede comprometer el monitoreo eficaz de las políticas nacionales y regionales orientadas al consumo, así como dificultar la consecución de objetivos de reducción de emisiones a nivel internacional. Resulta necesario, por tanto, un mayor esfuerzo dirigido al desarrollo futuro de los indicadores de demanda, para que éstos se conviertan en instrumentos indispensables para la próxima generación de políticas de mitigación.

El estudio presentado ha sido desarrollado en el marco del proyecto «Emisiones de Gases Efecto Invernadero en el sistema agroalimentario español y europeo» co-financiaciado por de Idai-Nature, Ebro Foods y Corteva, con el apoyo de la Real Academia de Ingeniería (RAING). Los objetivos de este proyecto son: i) calcular la HC del Sistema Agroalimentario en su conjunto, ii) estudiar la evolución de la HC de la producción de alimentos en el largo plazo (1960-2010), iii) e dentificar “puntos calientes” en la emisión de GEI, donde se podrían centrar los esfuerzos de mitigación. El próximo día 30 de mayo tendrá lugar una presentación del mismo en la Escuela Superior de Ingenieros de la Universidad de Sevilla a las 12:30.

Autor:  Pablo Piñero Mira (Ceigram, Univ. Politécnica de Madrid), en representación de los co-autores.