A la ganadería se le atribuye un impacto importante en el cambio climático, tanto por sus emisiones directas, que se reflejan en los inventarios de gases de efecto invernadero (GEI), como por los estudios de huella de carbono de carne y leche realizados a nivel global por la FAO y otros grupos de expertos.
La mayor parte de esta huella proviene de las emisiones de metano (CH₄), principalmente de los sistemas de pastoreo y mixtos. Este gas se produce principalmente a través de la fermentación de la celulosa por parte de los rumiantes, que es el componente principal de las paredes celulares de las plantas. Las dietas con mayor contenido de fibra, como el pasto, generan mayores emisiones de CH₄, mientras que las dietas más ricas en granos las reducen.
Pero, ¿podríamos considerar que una parte de estas emisiones es intrínseca a los ecosistemas naturales en los que se producen?
La presencia de herbívoros domésticos ha reemplazado, al menos parcialmente, las emisiones de los herbívoros silvestres y otros procesos análogos de descomposición de la biomasa, como el fuego.
En ese sentido, estas emisiones podrían considerarse parte del efecto invernadero natural del planeta, sin el cual la temperatura media global sería de -15 °C, lo que sería incompatible con la vida tal como la conocemos. Si estas emisiones no forman parte de los GEI añadidos por la actividad humana, no deberíamos atribuirles la responsabilidad del cambio climático global que estamos acelerando desde la Revolución Industrial.
Ahora bien, ¿qué hay de los herbívoros silvestres que ya no existen?
En el Basque Centre for Climate Change – BC3, estamos trabajando para cuantificar este concepto. Como primer paso, fue necesario dimensionar estas emisiones naturales. ¿Estamos hablando de una cantidad insignificante, dada la actual irrelevancia de la herbivoría silvestre?
Revisamos la evidencia publicada en la última década en diferentes partes del mundo y la contextualizamos con el concepto de ecosistemas abiertos utilizado en la geobotánica. Según esta disciplina, en amplias zonas del mundo existen dos estados alternativos del ecosistema:
-Uno de ellos es un bosque seco cerrado, similar a la laurisilva, que se encuentra de forma natural en islas como las Canarias. En este tipo de bosque, no hay grandes herbívoros y ocupaba áreas mucho más extensas en la Era Terciaria.
-El otro estado, que ha dominado en los continentes en los últimos 12 millones de años, es aquel en el que los abundantes herbívoros mantienen paisajes tropicales, templados y boreales con una estructura similar a la sabana, con una gran cantidad de vegetación herbácea y con zonas de matorral o bosque, sobre todo en áreas más abruptas.
Nuestro estudio sugiere que la cantidad de herbívoros antes de la influencia humana era similar a la cantidad actual de ganado. Esto revelaría un mundo brutalmente infrapastado en ausencia de animales domésticos, lo cual ha sido confirmado por investigaciones recientes. Nuestro trabajo también revela que la distribución natural de herbívoros difiere significativamente de la del ganado actual, con áreas donde se concentran altas densidades y otras donde son mucho menores de lo que es natural. Este desajuste, causado por prácticas ganaderas que están lejos de ser una imitación ideal de los patrones de herbivoría silvestre, es responsable de la degradación ambiental asociada al ganado.
Un ejemplo en África
Comparar las emisiones de la ganadería con los sistemas silvestres no es fácil. Estos últimos están muy deteriorados en la actualidad, ya sea debido a la ubicua fragmentación de los ecosistemas y la subsiguiente pérdida de migraciones, o a la falta de depredadores que compacten los rebaños de herbívoros al infundirles miedo.
El ecosistema del Serengueti-Mara, que abarca 25,000 km² en Tanzania y Kenia, ofrece una oportunidad única con una migración de más de un millón de herbívoros que optimizan el uso de los recursos disponibles. Al compararlo con la zona adyacente de Loliondo, donde predomina el pastoreo masai basado en la movilidad del ganado, observamos que las emisiones son similares por unidad de área en ambos sistemas.
Si abandonáramos la ganadería en Loliondo con la intención de mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, la población de ñus, gacelas y otros rumiantes aumentaría rápidamente debido a la disponibilidad de pasto, anulando cualquier reducción de emisiones.
Nuestros resultados son particularmente significativos teniendo en cuenta que una gran parte del impacto climático global de la ganadería se atribuye a sistemas de muy bajos insumos, como el de Loliondo.
¿Y qué ocurre en España?
Realizar un ejercicio similar en otros países es complicado, dado que la mayoría de los megaherbívoros pleistocénicos, como elefantes, uros o rinocerontes, se han extinguido.
No solo hemos perdido especies, sino que el ganado ha desplazado a los herbívoros de los tipos funcionales que son más numerosos en condiciones naturales: los pastadores. No es sorprendente que esto sea así, ya que los humanos hemos domesticado precisamente las especies con las mayores poblaciones, maximizando así la cantidad de comida que podemos producir.
En el caso de España, seguimos una aproximación similar al estudio realizado en el África Oriental, pero utilizando datos de varios parques nacionales y naturales de la península. Concluimos que al menos el 23 % de las emisiones de metano del ganado a pasto en el país son atribuibles a las emisiones naturales del ecosistema, lo que equivale al 13 % de las emisiones de metano del tracto digestivo según los inventarios nacionales de gases de efecto invernadero. Sin embargo, creemos que estos números son conservadores, ya que muchos de estos sistemas ganaderos se alimentan de restos de cultivos de áreas más extensas que ahora están siendo utilizadas para la agricultura, y el ganado pasta en áreas que no se consideran ecosistemas abiertos, donde normalmente habitarían los herbívoros silvestres.
Estas áreas también tienen sus propias emisiones naturales que no estamos contabilizando. Además, el pastoreo de animales silvestres es de caracter más ramoneador, lo que provoca también la matorralización del paisaje. Esto a su vez incrementa el riesgo de incendios forestales, los cuales también generan importantes emisiones que aún no hemos logrado cuantificar debido a la complejidad metodológica involucrada.
Las ventajas de la trashumancia
El Parque Nacional de Cabañeros (en las provincias de Ciudad Real y Toledo) puede considerarse un equivalente del Serengueti en España, ya que allí los herbívoros silvestres no compiten con el ganado y las condiciones locales permiten la presencia de pastizales herbáceos en invierno y pastizales leñosos en verano.
Tomando Cabañeros como referencia, aplicamos el concepto de emisiones naturales de gases de efecto invernadero al sistema trashumante de la Cañada Real Conquense, ideal para realizar comparaciones debido a los desplazamientos a pie y en camión, así como a la presencia de rebaños estables. Observamos que al no tener en cuenta las emisiones naturales en el sistema trashumante, la huella de carbono se reduce en al menos un 30 %, pasando de 18,2 a 13 kg de CO₂-eq por kg de peso vivo de cordero.
La trashumancia también ofrece otras ventajas en comparación con el sistema extensivo en general, debido a su mayor productividad. Las ovejas se benefician de temperaturas suaves durante todo el año, lo que se traduce en una mayor productividad y longevidad. Además, las emisiones de los sistemas estables e intensivos tienden a tener una mayor proporción de origen fósil, lo que resulta en efectos climáticos mucho más persistentes que las emisiones biogénicas de metano.
En conclusión, nuestras investigaciones demuestran la importancia de las emisiones naturales de los ecosistemas y la necesidad de profundizar en el conocimiento de las dinámicas de consumo de biomasa, especialmente en lo que respecta a la herbivoría y los incendios. Todo esto nos permitirá desarrollar estrategias más precisas y efectivas para la mitigación de emisiones en el sector ganadero.
Autores
Pablo Manzano (BC3, Ikerbasque), Agustin del Prado (BC3, Ikerbasque), Guillermo Pardo (BC3) y Ruben Serrano-Zulueta (BC3, Ikertalent, IDF Fundazioa)
El artículo aparece también en Climática y The Conversation
Estudios del BC3 en los que se basa este artículo
-Manzano P, del Prado A and Pardo G 2023. Comparable GHG emissions from animals in wildlife and livestock-dominated savannas. npj Climate and Atmospheric Science 6, 1–5. https://doi.org/10.1038/s41612-023-00349-8
-Manzano P, Pardo G, Itani MA and del Prado A 2023. Underrated past herbivore densities could lead to misoriented sustainability policies. npj Biodiversity 2, 1–6. https://doi.org/10.1038/s44185-022-00005-z
-Pardo G, Casas R, del Prado A and Manzano P 2023. Carbon footprint of transhumant sheep farms: accounting for natural baseline emissions in Mediterranean systems. The International Journal of Life Cycle Assessment. https://doi.org/10.1007/s11367-023-02135-3
-Serrano-Zulueta, R., G. Pardo, F. Pauné, A. del Prado, and P. Manzano. 2023. Herbivory baseline estimates in Spanish protected areas, and environmental implications. Landsc Ecol 38:3713–3729. doi:10.1007/s10980-023-01783-y.