Daniel Ortiz Gonzalo e Ivanka Puigdueta Bartolomé, vocales de la Junta Directiva de la Red Remedia, hacen este fantástico resumen de las principales medidas recogidas en el Sexto Informe de Evaluación del IPCC en el sector AFOLU.
Este artículo forma parte de una serie publicada en Climática y con la que se pretende explorar el impacto que tienen en el cambio climático los sistemas agroalimentarios.
«El sector de la agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra (AFOLU, por sus siglas en inglés) es el único sector que, además de reducir sus emisiones, puede absorber y actuar como sumidero de gases de efecto invernadero.«
«Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora. Y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora». Antonio Machado.
No es algo nuevo. «Vamos andando cuando deberíamos ir corriendo», alertaba Hoesung Lee, presidente del IPCC. Necesitamos acelerar la acción climática en todos los frentes, en todos los países y en todos los sectores. «Todo a la vez en todas partes», parafraseaba António Guterres en la presentación del informe de síntesis del IPCC, que recoge las claves del ciclo de evaluación más completo de la ciencia del cambio climático. El panel de especialistas volvió a recordar que el ritmo y la proporción de las medidas adoptadas y las que planeamos adoptar son peligrosamente insuficientes para enfrentarnos a la emergencia climática.
Debido a la pasada inacción y a la inercia del calentamiento, no podremos eliminar todos los impactos que ya estamos viendo con nuestros propios ojos, pero sí acotar de forma drástica la desestabilización del clima con medidas «rápidas y profundas», además de catalizar la adaptación en las regiones más afectadas. Limitar el calentamiento requiere transformar a gran escala nuestra relación con la biosfera, y los sistemas agroalimentarios, forestales y naturales son la espina dorsal de una acción climática justa, eficaz y equitativa, a la vez que abordamos las crisis sistémicas estrechamente relacionadas como la pobreza, la inseguridad alimentaria o la pérdida de biodiversidad.
Mitigación desde los sistemas agroalimentarios, forestales y naturales
El sector de la agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra (AFOLU, por sus siglas en inglés) es el único sector que, además de reducir sus emisiones, puede absorber y actuar como sumidero de gases de efecto invernadero.
Aunque tradicionalmente se ha puesto el foco mayoritariamente en soluciones tecnológicas del lado de la producción, el IPCC subraya la necesidad de un cambio sistémico, que adopte también soluciones en el lado de la demanda. Son soluciones que, al modificar los patrones de consumo, evitan los impactos aguas arriba de las cadenas de valor a la vez que liberan presión en el uso de la tierra, lo que habilita escenarios de mayor disponibilidad de alimentos, y de conservación y restauración de ecosistemas.
De todos los sectores, los cambios en la demanda agroalimentaria, que incluyen la transición a dietas más saludables y la reducción del desperdicio alimentario, son los que ofrecen mayor potencial de mitigación para 2050, con una reducción agregada de 7,8 gigatoneladas de CO2 equivalente al año (GtCO2e/año de aquí en adelante) o un 44% de las emisiones del sector agroalimentario.
A continuación, detallamos los mecanismos detrás de las medidas con mayor potencial de mitigación del sector:
1. Reducir la conversión de ecosistemas naturales. Aproximadamente, un 28% del potencial de mitigación del sector para 2030, con una estimación de 4 GtCO2e/año.
Los ecosistemas son especialmente eficientes a la hora de absorber y almacenar grandes cantidades de CO2 de la atmósfera. Amortiguan más de la mitad de lo que emitimos a la vez que regulan la temperatura, el ciclo hidrológico y albergan una biodiversidad extraordinaria que a su vez los hace funcionar. La acaparación de ecosistemas por expansión de la agricultura, la ganadería, la pesca y las actividades extractivas pone en riesgo su estructura y funcionamiento. Su degradación no solo compromete el mantenimiento de la biodiversidad y la capacidad de absorber CO2, sino que también libera una gran cantidad de carbono almacenado con el paso del tiempo en la vegetación, el suelo y sedimentos marinos. Casi la mitad de las emisiones del sector provienen de la deforestación y cambios de uso del suelo.
La conservación de ecosistemas con alto contenido de carbono, como los manglares, los fondos marinos, las turberas y los humedales, los pastizales o los bosques y sabanas generan servicios y beneficios inmediatos por el mero hecho de existir. En su informe, el IPCC detalla que «para mantener la biodiversidad y los servicios ecosistémicos a escala global necesitamos una conservación efectiva y equitativa del 30 al 50% de los ecosistemas». Para ello, es necesario tanto el cumplimiento de la ley como la creación de áreas protegidas frente a actividades extractivas, así como el reconocimiento de la gobernanza, derechos y conocimiento de los pueblos indígenas y comunidades locales que mantuvieron los ecosistemas funcionales en el tiempo.
2. Incrementar el secuestro de carbono en agricultura. Esta acción tiene aproximadamente un 24% del potencial de mitigación del sector para 2030, con una estimación de 3,4 GtCO2e/año.
Las plantas, a través de la fotosíntesis, capturan CO2 de la atmósfera y lo convierten en carbohidratos que almacenan en sus tejidos. Durante su metabolismo, y al descomponerse –gracias al trabajo de los organismos y los microorganismos–, los compuestos ricos en carbono pasan a formar parte de la materia orgánica del suelo. Una parte de este carbono retorna a la atmósfera, pero otra parte puede quedar protegido en agregados mediante interacciones fisicoquímicas y biológicas del suelo. Sin embargo, la formación, estabilidad y persistencia de la materia orgánica se ven afectadas por las prácticas agrícolas y ganaderas que alteran la estructura del suelo, reducen la vegetación, comprometen la biodiversidad o favorecen procesos de erosión y de compactación, entre otros impactos.
La adopción de prácticas respetuosas con el suelo que imitan procesos naturales como la agroforestería, mantener coberturas vegetales, rotar cultivos en espacio y tiempo, integrar animales y cultivos, rotación de pastos, entre otros manejos del suelo, pueden ayudar mantener e incrementar el carbono orgánico. Construir materia orgánica en suelos, además, tiene beneficios directos en la fertilidad y estructura del suelo, en los rendimientos de los cultivos, en la conservación de la biota y en la capacidad de retención de agua. Muchos investigadores e investigadoras del suelo nos recuerdan, sin embargo, que el secuestro de carbono en cultivos y en pastos tiene gran incertidumbre, limitaciones y depende fuertemente del contexto.
3. Restauración de ecosistemas, aforestación y reforestación. Sobre un 16% del potencial de mitigación del sector para 2030, con una estimación de 2,8 GtCO2e/año.
La restauración de ecosistemas, ya sean terrestres, de agua dulce, costeros y marinos, contribuye a absorber carbono de la atmósfera y agrandar el sumidero en la biomasa viva, en los suelos y en los sedimentos marinos. Conviene recordar que el primer paso en la restauración de ecosistemas es siempre eliminar los procesos de degradación, y evitar la degradación de los ecosistemas es siempre mejor que restaurarlos.
La restauración, además, contribuye positivamente a la adaptación al cambio climático y a la mejora de los medios de vida a través de beneficios en la salud, sociales y económicos.Los beneficios climáticos de esta medida, sin embargo, no son inmediatos y sólo tendrán éxito si los ecosistemas son funcionales en sus procesos. El informe del panel climático de la ONU también señala que la reforestación o la producción de cultivos de biomasa pueden competir con la producción de alimentos y tener impactos socioeconómicos y ambientales adversos en los medios de vida locales, incluyendo la seguridad alimentaria e hídrica, la pérdida de biodiversidad, especialmente si se implementan a gran escala y con acaparamiento de tierras. Es importante recordar que las medidas de mitigación del sector de la agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra no pueden compensar las reducciones de emisiones retrasadas en otros sectores.
4. Adopción de dietas saludables. En torno a un 12% del potencial de mitigación del sector para 2030, con una estimación de 1,7 GtCO2e/año.
Los cambios en el estilo de vida pueden tener un impacto significativo en la reducción de la demanda de productos que requieren un mayor uso de energía y recursos naturales y que, por tanto, aumentan las emisiones e impactos en el uso de la tierra o encarecen el acceso a alimentos. La expansión de hábitos alimentarios con elevado contenido en alimentos de origen animal está generando un fuerte aumento en la presión sobre los ecosistemas al sostenerse sobre el incremento de la deforestación y la conversión de tierras para la alimentación del ganado.
En países mediterráneos como España, esto se ha producido a costa de la riqueza cultural concentrada en la dieta Mediterránea, comprometiendo la salud y el medio ambiente. Según la terminología del IPCC, las «dietas equilibradas» son aquellas basadas en alimentos de origen vegetal –cereales integrales, legumbres, frutas, verduras, frutos secos y semillas– y donde los alimentos de origen animal provienen de sistemas resilientes, sostenibles y de bajas emisiones.
Asimismo, la recuperación de dietas regidas por tales principios ofrece importantes beneficios sociales y económicos, además de reducir la presión sobre los sistemas públicos de salud. Esta medida es también la acción directa con mayor capacidad de mitigación al alcance de las y los consumidores en el ámbito de los sistemas agroalimentarios. Si bien cualquier persona puede llevarla a cabo, su implementación a gran escala requiere de la definición de políticas públicas coordinadas.
5. Mejorar el manejo forestal. Aproximadamente un 10% del potencial de mitigación del sector para 2030, con una estimación de 1,4 GtCO2e/año.
Un manejo forestal sostenible puede reducir las emisiones a la vez que conduce a la mejora de medios de vida de las comunidades y respeta la biodiversidad. Sin embargo, si la gestión ‘sostenible’ es entendida como una mera intensificación de la producción con especies introducidas y mayor uso de insumos externos, podría tener el efecto contrario. El informe de mitigación del IPCC señala que un manejo forestal mejorado puede aumentar la calidad de la madera producida, al mismo tiempo que mantiene e incrementa las reservas de carbono forestal, reduciendo los impactos de posibles perturbaciones como los incendios. Las medidas específicas de gestión consisten en una combinación de rotaciones más largas, mayor diversidad de especies, extracciones menos intensivas, mosaicos de vegetación y rodales con mayor diversidad de especies y mejor adaptadas, entre otros. El manejo forestal comunitario ayuda a mantener la multifuncionalidad de las masas boscosas, con sinergias en la seguridad alimentaria y en la reducción de la deforestación.
6. Reducir las emisiones de metano (CH4) y óxido nitroso (N2O) en sistemas agrarios. En torno a un 4% del potencial de mitigación del sector para 2030, con una estimación de 0,7 GtCO2e/año.
Casi la mitad de las emisiones del sector provienen, como hemos visto, de la deforestación y conversión de ecosistemas, principalmente en forma de CO2. La otra mitad proviene de la propia actividad agropecuaria, en forma del CH4 y del N2O. Son dos gases que, en un horizonte de 20 años, tienen respectivamente un potencial de calentamiento global de aproximadamente 80 y 273 veces el de CO2 (por eso nos referimos al CO2 “equivalente” o CO2e, como una unidad estandarizada).
Las emisiones de CH4, producidas por la actividad metanogénica de los microorganismos que descomponen en condiciones sin oxígeno, continúan incrementándose. La fermentación entérica en el rumen de animales es la principal fuente del sector, pero también se emite CH4 en la gestión del estiércol o en terrenos inundados como los arrozales. El N2O, siendo un subproducto de procesos microbianos durante el ciclo y transformación del nitrógeno, sigue incrementándose principalmente por la deposición del estiércol en pastos y la aplicación de abonos orgánicos y fertilizantes inorgánicos en suelos agrícolas.
Las medidas para reducir el CH4 en rumiantes incluyen mejoras en la dieta, en la modulación del rumen o en el manejo de los animales. En arrozales, los periodos de drenaje o secas aportan oxigenación al suelo que inhiben la actividad metanogénica hasta un 80%, a la vez que aumenta la eficiencia en el uso del agua, pero puede tener impactos en la biodiversidad según el contexto. Las mejoras en la eficiencia del uso del nitrógeno así como las prácticas agroecológicas que vuelven a acoplar los ciclos del nitrógeno y el carbono tienen la capacidad de mitigar las emisiones directas e indirectas a la vez que reducen la contaminación de las aguas.
7. Reducir las pérdidas y el desperdicio alimentario tiene en torno a un 3% del potencial de mitigación del sector para 2030, con una estimación de 0,5 GtCO2e/año.
De nada servirá ser eficiente en la producción agrícola si luego desperdiciamos directamente los alimentos, lo que reduce la eficiencia total del sistema alimentario. Al derrochar alimentos en todas las etapas de la cadena de valor, desde la granja a la mesa, no solo desperdiciamos los recursos y la energía invertidos en su producción (nutrientes, mano de obra, agua y tierra que podría tener otros usos), sino que tampoco evitamos los impactos y las emisiones de gases de efecto invernadero aguas arriba. Por si fuera poco, el desperdicio contribuye a incrementar los precios de los alimentos y, en consecuencia, la inseguridad alimentaria en el planeta.
Reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos genera beneficios directos, especialmente a los pequeños productores y comercios, pero también a los consumidores. En la jerarquía de mitigación de las pérdidas y el desperdicio alimentario, las opciones de mayor a menor potencial son: 1) prevenirlo con políticas y cambios de comportamiento en todas las etapas de la cadena de valor; 2) transformarlo en un nuevo producto de alimentación (sin pérdidas en el proceso); 3) dedicarlo a alimentación animal y compostaje (con pérdidas en el proceso); mientras que la valoración energética e incineración (4) y destinarlo al vertedero (5) son las menos deseables. Recordemos que los vertederos favorecen la descomposición en condiciones anaeróbicas y, por tanto, contribuyen de forma significativa a la producción de metano.
Cobeneficios en la adaptación al cambio climático
El informe de síntesis del IPCC detalla que «el aumento de los fenómenos extremos ha expuesto a millones de personas a una inseguridad alimentaria aguda y a una seguridad hídrica reducida», particularmente en los países más desfavorecidos y en comunidades como los pueblos indígenas, los pequeños productores de alimentos y los hogares de bajos ingresos.
Garantizar la adaptación al cambio climático del sector agroalimentario y forestal es crucial para la acción climática en muchas regiones. Las opciones incluyen mejoras en la resiliencia de los cultivos, seguridad alimentaria e hídrica, conservación de la humedad del suelo en sistemas agroforestales, diversificación a escalas de campo, paisaje y región en la agricultura, y el uso de principios y prácticas agroecológicas ponen en reconocimiento el conocimiento indígena y tradicional.
De igual modo, el informe señala que los enfoques de adaptación basados en ecosistemas y en comunidad, como la ecologización urbana, la restauración de humedales o bosques en las cabeceras de los ríos, han sido demostrados eficaces para reducir los riesgos de inundaciones y el calor urbano, contribuyendo a una mejor salud humana y mayor seguridad, también en las ciudades. En este sentido, en lugar de sellar las ciudades con asfalto y cemento, los huertos urbanos, los árboles adecuados y los espacios verdes en general tienen un gran potencial para reducir los riesgos del cambio climático y mejorar la calidad de vida de una población humana cada vez más urbana.
Mensajes clave para la acción climática
El Sexto Ciclo de Evaluación del IPCC es contundente a la hora de comunicar los riesgos para la gran mayoría de la población en el corto, medio y largo plazo, que además incrementan los costes de la inevitable acción futura a la vez que reducen su viabilidad y eficacia. Como decíamos al inicio, son necesarias acciones desde ya por parte de todos los actores y sectores, en todos los frentes. El sector de la agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra tiene un potencial tremendo para la acción climática, pero no puede compensar las reducciones de emisiones retrasadas en otros sectores. Además, cada incremento en el calentamiento conducirá a una rápida escalada de riesgos que nos acercan a puntos de no retorno, y que serán particularmente acusados en el sector agroalimentario y forestal. Esto obstaculiza todavía más los esfuerzos para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), poniendo también en riesgo la credibilidad de empresas, gobiernos e instituciones.
Hemos visto que no hay una solución tecnológica milagrosa, sino que necesitamos una batería de soluciones que ya están disponibles, tanto en el lado de la producción como en el de la demanda. Hacer frente a la emergencia climática es un reto transdisciplinar, que requiere trascender las disciplinas tradicionales desde el pensamiento sistémico, así como los dogmas académicos, pero sobre todo políticos y económicos, que retrasan las respuestas rápidas y profundas. Gracias a la creatividad y la imaginación que caracterizan al ser humano, tenemos en nuestra mano el conocimiento y las soluciones, solo necesitamos desbloquearlas. Para ello, la conciencia y la presión ciudadana son esenciales para lograr los puntos de inflexión en la opinión pública que, a lo largo de la historia, han logrado grandes avances políticos por el bien común. Actuar es una responsabilidad compartida, aunque diferenciada: necesitamos la definición de políticas públicas eficaces que habiliten las soluciones para transitar hacia sociedades y economías que respeten los límites del planeta, mejorando la vida de todas las personas. Estamos a tiempo. Hoy es siempre todavía.
Daniel Ortiz Gonzalo – Investigador postdoctoral y docente en la Universidad de Copenhague y la Universidad de California, Davis. Revisor del IPCC en el Sexto Ciclo de Evaluación.
Ivanka Puigdueta – Investigadora pre-doctoral en la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) e ICATALIST.
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